"Como hacer para ser feliz"
Factores genéticos y sociales La receta de la felicidad Los 'años dorados' para ser feliz se sitúan entre los 60 y los 70 años. Ser mujer y estar casado son dos factores que elevan el nivel de satisfacción. |
MARÍA VALERIO
Ser
mujer, estar casado, tener entre 60 y 70 años, con una genética
favorable, buen estado de salud y estudios superiores. Ésas parecen ser
las claves para ser feliz, según los trabajos científicos que cada vez
más estudian este sentimiento desde el punto de visto sociológico,
biológico y psicosocial.
El
último número de la revista que edita la Clínica Mayo de EEUU (Mayo
Clinic Women''s Source Healthsource) repasa algunos de los últimos datos
que se han publicado sobre los factores que contribuyen a la felicidad.
Entre
otras cosas, el artículo reconoce que la edad sí importa. "Desde
Albania a Zimbabue, la crisis de la mediana edad es una realidad",
advierten. Según algunas investigaciones realizadas por un grupo de
economistas en EEUU y Reino Unido, con más de dos millones de personas
procedentes de 80 países, los ''cuarentones'' sufren una especie de
angustia mental que reduce al máximo sus niveles de felicidad en esa
época de la vida. Concretamente, la crisis de la madurez parece llegar
hacia los 40 años para los varones y a los 50 para las mujeres.
Como
si la felicidad se pudiese dibujar con forma de U, los mismos
investigadores explican que después de este ''bajón'' se aprecia un
ascenso progresivo que sitúa a las personas de 60-70 años en la edad de
oro de la felicidad. Aunque no están muy claras las causas, los expertos
apuntan a que llegado ese momento de la vida se acepta con más realismo
la vida, se reconocen las debilidades, se alcanza mayor madurez e,
incluso, a medida que se va perdiendo a los seres queridos se aprende a
valorar mejor ciertas cosas.
Dinero, matrimonio, educación...
Tampoco
es descartable, añaden, que las personas felices tiendan a vivir más
años. Otra cosa que apunta la ciencia es que, como ya dice el refrán, el
dinero no da la felicidad. Aunque eso no significa que la pobreza
conduzca necesariamente a ser más feliz; pero sí parece que una vez
atendidas las necesidades básicas, los ingresos económicos no alteran
demasiado las satisfacciones vitales.
Mucho
más que el dinero influye la salud. De hecho, según recientes
investigaciones, las personas sin ninguna enfermedad de importancia son
hasta un 70% más felices; a lo que habría que sumar el peso de nuestros
genes. "Numerosas investigaciones han demostrado que la genética
explicaría hasta el 50% de nuestras diferencias en el estado de
bienestar y los rasgos positivos de personalidad", dice el boletín de la
Clínica Mayo.
Eso
no significa que el nivel de felicidad se mantenga estable a lo largo
de toda la vida; aunque esta base sí puede influir en la reacción que
cada persona muestra ante los acontecimientos y cambios que se vayan
sucediendo en su vida. El matrimonio, por ejemplo, parece ser un
promotor de bienestar (frente a los solteros, viudos o divorciados);
igual que lo es el nivel de educación. La conectividad social también
influye, algo que podría explicar según el artículo porqué las mujeres
son más felices que los hombres (y tienen menor tasa de suicidios).
Por
si ser feliz no fuese suficiente incentivo por sí sólo, numerosas
investigaciones están demostrando además que las personas más
satisfechas con su vida puntúan mejor en una serie de indicadores de
salud. La felicidad, por ejemplo, reduce los niveles de la hormona del
estrés (el cortisol), de marcadores inflamatorios como la proteína C
reactiva y la interleuquina 6 que aumentan el cansancio físico y mental y
también reduce la tensión arterial, un precursor de la enfermedad
cardiovascular.
En definitiva, como el buen vino, la felicidad parece mejorar con el tiempo.
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